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sábado, 7 de noviembre de 2015

La serenidad

Esta semana tocaba hablar de la serenidad. Una emoción que necesitamos mucho en clase, porque aunque son super trabajadores, son muy inquietos.
Esta semana no se pusieron de acuerdo en determinar si la emoción era positiva o negativa, y es que  esta vez la imagen les tenía muy despistados.

La imagen de esta semana nos mostraba unos peces nadando plácidamente en un agua muy, muy azul. 





Alicia y Cristina coincidieron en que la emoción de esta semana podría ser la alegría.

Beltrán P. creía que se trataba del amor, los peces estaban enamorados. No Beltrán, recuerda que el amor estaba representado por un árbol.

David G. nos dijo que se trataba de la tristeza.

Sergio indicó que era el aburrimiento.

Marta apostó por el desagrado.

Lidia nos dijo que ella creía que era la tranquilidad. 

Carolina pensó que los peces estaban muy relajados en el agua.

La emoción de esta semana es la serenidad.  ¿Y qué es la serenidad? 

El Emocionario nos indica que la serenidad es una sensación de calma y armonía. Nace en lo más profundo de tu ser y se extiende hasta llegar a tus ojos.

Una persona serena es tranquila, apacible, y además, pide las cosas con amabilidad y dulzura.

¿La serenidad ilumina la mente?

Sí. Lo hace a través de los ojos, otorgándote una visión especial. Un superponer, con el que puedes ver  más claro lo que sucede y lo que ha sucedido. Por eso, por ejemplo, se te pasa el enfado al ver que algo no tenía realmente importancia.

Curiosamente, la serenidad se puede ejercitar como si fuese un músculo. Y entrenarla ayuda a aumentar nuestra felicidad.

¿Alguna vez os habéis sentido serenos? Les he preguntado.

Mario se siente sereno "cuando duermo la siesta".  Sí, seguro que cuando dormís parecéis todos unos angelitos.

Juan nos dice que él está sereno cuando está en su casa jugando a su 3DS. 

Sara se siente serena cuando saca un 10 en un examen.

Laura y Marta sienten la misma emoción cuando van a dormir y están muy a gustito en su cama, se sienten muy serenas y tranquilas.

David G. nos ha contado que un verano fue a Oliva, y había una piscina y nadie se estaba bañando, se metió en el agua y se bañó muy tranquilito.


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